El Maserati Indy America de 1973 a menudo se pasa por alto en favor de su hermano más famoso, el Ghibli, pero eso sólo aumenta su atractivo. Mientras que el Ghibli proyectaba un crudo sex appeal y una agresividad biplaza, el Indy ofrecía algo más matizado, con el mismo espíritu italiano, pero con una disposición 2+2 y una sensación de potencia más sutil. Era la respuesta de Maserati al gran turismo con conciencia: rápido, exótico y tan capaz de cruzar continentes como de hacer girar cabezas en la Riviera. Y este ejemplar, entregado originalmente nuevo en Bélgica con la factura de fábrica todavía presente, es una rara oportunidad de poseer uno en su mejor forma mecánica.
Bajo el largo y anguloso capó se esconde el clásico V8 de 4,2 litros de Maserati, una obra maestra de cuatro levas que respira a través de cuatro carburadores Weber. Es un motor seco y duro que gruñe con cada toque del acelerador, más bruto que un V12 de Jaguar, más vivo que cualquier cosa de Stuttgart. La fábrica declaró 290 caballos de potencia, pero el alma del coche vive en su entrega: suave, rugiente e inconfundiblemente artesanal. Este coche se ha actualizado con un sistema de encendido electrónico para conseguir arranques más nítidos, una combustión más limpia y un rendimiento más constante sin comprometer el espíritu de la mecánica original.
Una de sus características más atractivas es el escape de acero inoxidable, que amplifica la firma V8 con un tono más agudo y rico. No grita, canta, y el sonido forma parte de la conducción tanto como la dirección o el acelerador. Es exótico en todos los sentidos de la palabra: desde el tacto del habitáculo hasta el olor a metal caliente y combustible después de una carrera enérgica.
En los últimos 11 años, se han invertido aproximadamente 45.000 euros en un cuidadoso mantenimiento, rejuvenecimiento mecánico y una esmerada conservación. No es un coche que se haya "restaurado" en el sentido exagerado de los concursos, sino que se ha mantenido vivo y se ha conducido tal y como pretendían sus creadores. Todo en él parece ajustado y honesto, desde el firme pedal de freno hasta la forma en que se desplaza recto y fiel a la velocidad.
Este Indy America no intenta ser un Ghibli, y esa es precisamente la cuestión. Es diferente, más raro, más utilizable, pero igual de carismático. Es un pura sangre V8 italiano con la procedencia, la historia y la integridad mecánica que lo respaldan. Para aquellos que lo conocen, representa la parte más inteligente y profunda de la propiedad de un Maserati. No es un cliché, sino la elección de los entendidos.
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