"El Volkswagen Beetle Cabriolet: la felicidad viene de serie".
Un Volkswagen Beetle apenas necesita presentación. El Cabriolet aún menos. Es el coche que vio la luz por primera vez en 1948 y que Karmann empezó a producir en serio a partir de 1949. Un auténtico descapotable de cuatro plazas que no sólo es icónico, sino también sorprendentemente accesible. Y lo que es más importante: un coche que pone automáticamente una sonrisa en la cara de la gente.
El coche que presentamos aquí es un Volkswagen Beetle 1303 LS Cabriolet de 1978. Este escarabajo en particular fue propiedad durante muchos años de su último propietario y fue restaurado adecuadamente hace unos quince años. No fue una restauración exagerada, sin brillos ni teatros innecesarios; simplemente se hizo como debía hacerse. Desde entonces, sólo se ha utilizado ocasionalmente para viajes de placer. Nada de desplazamientos diarios. Nada de sal en invierno. Sin prisas. Y eso se nota.
La pintura cuenta inmediatamente la historia. Un brillo profundo y uniforme, sin daños que distraigan la atención, y un aspecto que sugiere que éste nunca fue "sólo un coche", sino un compañero apreciado. La carrocería es recta, los familiares guardabarros redondeados conservan sus bellas formas, y todas las puertas, la tapa del motor y el maletero delantero cierran exactamente como Volkswagen pretendía: sólidos, precisos y sin dramas.
En el interior, la misma historia continúa sin esfuerzo. La tapicería de vinilo negro parece haber sido montada ayer, el salpicadero está en excelentes condiciones, y las alfombrillas, los paneles de las puertas y los interruptores muestran claramente una vida libre de abusos. Todo parece ordenado, correcto y simplemente... agradable.
Y luego está la experiencia de conducción, donde el Beetle siempre ha destacado. Sí, no es rápido. Y no, nunca será silencioso. Pero con el techo bajado, cuatro asientos a tu disposición y el inconfundible ritmo refrigerado por aire del cuatro cilindros plano de 1600 cc a tus espaldas, nada de eso importa ya. Los 50 caballos de potencia hacen su trabajo de buena gana, la caja de cambios manual de cuatro velocidades cambia como debe, e incluso la propia capota está en excelentes condiciones.
Todo en este coche parece honesto. Mecánicamente sano, bien mantenido y listo para ser disfrutado sin preocupaciones.
No es un coche para impresionar a los vecinos. Es un coche para usar. Solo, con tu pareja en una tarde de verano, o con toda la familia yendo a tomar un helado. Y a decir verdad, pocos clásicos hacen eso mejor que un Beetle Cabriolet.